TRAS LA PENUMBRA
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Por los temerosos y casi inaudibles comentarios de sus vecinos, don Froilán ya tenía la casi segura sospecha de que los asesinatos eran de origen político, sin embargo, no había comentado esto con doña Rafaela y sus hijos, eran muy pequeños para hablarles de sospechas e incertidumbres. Era ciego y noble, muy noble pero no cobarde. Sabía que este tipo de asesinos no llegan a las casas a saludar o a prevenir o amenazar, por lo tanto, no se iba a arrodillar o a suplicar si de todos modos lo iban a matar. De nada serviría el arma de sus argumentos contra las armas de los delincuentes. Su esposa y los hijos menores estaban a salvo, por lo pronto, y ante la sorpresiva visita intentaría salvar a Miguelito así le costara la vida…
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