UN FASCINANTE BANDIDO
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De las casas desaparecían cuadros, alfombras, porcelanas, instrumentos musicales, libros y demás artículos de decoración. Pero lo que más encolerizo a todos los pobladores fue la pérdida de aquel gallo que por más de dos años había cumplido la noble labor de despertarlos a las cinco de la mañana en punto. Era un gallo de una responsabilidad tal que para asegurarse de que todos escucharan su cantar, se subía a la cruz de la iglesia, a la que, a pesar de su torpe vuelo alcanzaba. Una vez, cuando por esos designios de los sismos, la cruz amaneció tumbada en el piso, igualmente se posó sobre ella y desde allí anuncio el Alba. El padre Sebastián que siempre había estado incomodo por la irreverencia de este gallo…
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