Un pequeño libro, titulado Qué es la vida, puso en pie, e 1942, a la comunidad científica. En él, el físico Edwin Schödinger se preguntaba si la vida violaba las leyes físicas, si las respetaba, y, ante todo, qué es un ser vivo. Preguntas que muchos se habían hecho, pero el austriaco ponía en el aire un reto: la necesidad de enfrentar la termodinámica, la que explica la transformación de la energía, con la biología. Sin advertirlo, sus palabras conducían al ser humano a la concepción del hombre máquina. para adentrarse en ese espinoso camino faltaba un nuevo impulso, el que dio, en 1957, Julian Huxley, el hermano del autor del escalofriante relato del libro Un mundo feliz, la posibilidad de fabricar seres humanos a la medida del mercado: Julian acuñó la palabra transhumano. Era la bandera de su pensamiento como experto en eugenesia, la aplicación de la biología al perfeccionamiento de ser humano.